Se cumplen 500 años desde que una flota de siete naves, bajo el mando del Comendador Frey García Jofre de Loaysa, zarpó de La Coruña. Su destino: las legendarias Islas de la Especiería. Lo que comenzó como una ambiciosa empresa para consolidar los derechos de España en el Pacífico tras la expedición de Magallanes-Elcano, se convertiría en una de las odiseas marítimas más trágicas y, a la vez, significativas de la era de los descubrimientos, una epopeya de resistencia humana, avances geográficos y un testimonio brutal de los límites de la tecnología y la medicina de la época.
El Origen: Ambición, Geopolítica y una Herencia Incógnita
La expedición de Loaysa no fue un capricho, sino una necesidad estratégica. Tras el regreso de la Nao Victoria en 1522, la Corona de Castilla se encontró con una paradoja: había demostrado la esfericidad de la Tierra y abierto una ruta occidental a las Molucas, pero el Tratado de Tordesillas dejaba en el aire a quién pertenecían realmente estas islas. La expedición de Loaysa, ideada por el emperador Carlos V, buscaba consolidar la soberanía española en las Molucas, asegurar una ruta comercial directa y, de paso, localizar a los supervivientes de la expedición de Magallanes que pudieran haberse quedado en las islas.
La elección de La Coruña como punto de partida, en lugar de Sevilla, no fue baladí. Carlos V buscaba un puerto más cercano a los territorios flamencos y, potencialmente, una alternativa a la hegemonía comercial sevillana. Se invirtió considerablemente en la preparación de las naves y en el reclutamiento de una tripulación diversa, que incluía marinos experimentados, soldados, clérigos y, de manera crucial, a figuras como Andrés de Urdaneta, futuro cosmógrafo y navegante.
Desarrollo: Un Calvario en el Mar y un Legado de Hechos a Bordo
La flota de Loaysa estaba compuesta por siete embarcaciones: la nao capitana Santa María de la Victoria, la Sancti Spiritus, la Anunciada, la San Gabriel, la Santa María del Parral, la Santiago y el patache Espíritu Santo. Desde el primer momento, la travesía estuvo marcada por la adversidad.
Las paradas programadas y las incidencias a bordo dibujarían un mapa de sufrimiento y tenacidad:
* Canarias: La primera escala fue en las Islas Canarias, donde la flota repostó y se realizaron las últimas reparaciones. Sin embargo, ya aquí se percibieron problemas de coordinación y liderazgo.
* Atlántico y el Estrecho de Magallanes: La travesía atlántica fue dura, con tormentas y dificultades para mantener la formación. La verdadera prueba llegó en el Estrecho de Magallanes, donde la flota se enfrentó a vientos gélidos y corrientes impredecibles. La Sancti Spiritus y la Anunciada se perdieron en este tramo, cobrándose las primeras víctimas de la expedición. La Santiago y el Espíritu Santo lograron cruzar, pero la Santiago se separó y se cree que llegó a la costa de México, siendo uno de los primeros contactos entre el cono sur y Nueva España por vía marítima.
* El Pacífico, un cementerio líquido: Si el Atlántico fue un desafío, el Pacífico se convirtió en una trampa mortal. La inmensidad del océano, la escasez de víveres frescos y, sobre todo, la falta de viento en amplias zonas, provocaron la proliferación de enfermedades. El escorbuto, la disentería y otras dolencias diezmaron a la tripulación.
* Muertes a bordo y cambios de mando: La tragedia personal fue constante. El propio Loaysa, aquejado por la enfermedad, falleció en el Pacífico el 30 de julio de 1526, apenas un año después de iniciar la travesía. Le sucedió Juan Sebastián Elcano, el circunnavegante, quien también sucumbiría al escorbuto poco después, el 4 de agosto de 1526. La cadena de mando se rompió varias veces, con Alfonso de Salazar, Martín Iñiguez de Carquizano y, finalmente, Toribio Alonso de Salazar y Andrés de Urdaneta asumiendo el liderazgo.
* Las Molucas y la lucha por las especias: Los pocos supervivientes de la Victoria (la nao capitana) llegaron a las Molucas, exhaustos y diezmados. Lejos de encontrar un refugio, se encontraron con un conflicto abierto con los portugueses, quienes ya estaban asentados en la región. Se libraron escaramuzas y se vivió un asedio en la fortaleza de Tidore, un reflejo de la pugna imperial por el control de las rutas comerciales más lucrativas.
* El destino final de los supervivientes: Solo un puñado de hombres, entre ellos Andrés de Urdaneta, lograron sobrevivir a los combates y a las enfermedades. Algunos fueron capturados por los portugueses y eventualmente repatriados a España años después, completando una vuelta al mundo forzada por las circunstancias.
Una Visión Multidisciplinar de la Expedición
La expedición de Loaysa, más allá de su relato de aventura y sufrimiento, ofrece una ventana invaluable a múltiples aspectos de la época:
* Visión Humanitaria: Es, ante todo, una historia de resiliencia humana frente a la adversidad extrema. La mortalidad fue espantosa, reflejando las limitaciones de la medicina del siglo XVI. El escorbuto, una enfermedad entonces incomprensible, diezmó a la tripulación, dejando a los hombres con encías hinchadas, sangrado interno y una debilidad extrema. La camaradería y el coraje se mezclaban con la desesperación y el miedo. Las crónicas de los supervivientes son un testimonio conmovedor del sufrimiento y la lucha por la supervivencia.
* Visión Geográfica: A pesar de las pérdidas, la expedición contribuyó significativamente al conocimiento geográfico. Se cartografiaron nuevas costas, se confirmaron distancias y se avanzó en la comprensión de la inmensidad del Pacífico. Los datos recopilados por Urdaneta y otros fueron fundamentales para futuras exploraciones y para el establecimiento de la ruta del tornaviaje (ruta de regreso) a América, que Urdaneta mismo descubriría décadas después. Se demostró la continuidad del Pacífico y la dificultad de establecer una ruta de vuelta desde Asia.
* Visión Política: La expedición fue un claro acto de afirmación política de España en el escenario global. Reflejó la determinación de Carlos V de proteger los derechos castellanos sobre las Molucas, a pesar de las disputas con Portugal. Aunque la misión militar no tuvo un éxito rotundo y las Molucas terminarían bajo control portugués (aunque temporalmente), la expedición sentó las bases para futuras reivindicaciones y consolidó la presencia española en Filipinas, que se convertiría en una colonia clave. La expedición de Loaysa fue un eslabón crucial en la consolidación del primer imperio global.
* Visión de Salud: Como se mencionó, la salud de la tripulación fue un desastre. La falta de higiene, la dieta deficiente y la carencia de conocimientos médicos sobre enfermedades como el escorbuto, la disentería y la fiebre amarilla, hicieron estragos. La expedición es un sombrío recordatorio de los desafíos sanitarios de la navegación de larga distancia en el Renacimiento y la urgencia, entonces desconocida, de una dieta rica en vitamina C.
* Visión Idiomática: La tripulación era un crisol de idiomas, reflejo de la diversidad de la Monarquía Hispánica. Además del castellano, se hablaban dialectos de la península ibérica, así como lenguas de marinos genoveses, portugueses e incluso flamencos. Esta diversidad lingüística, aunque enriquecedora, también podía generar barreras en la comunicación, especialmente en momentos de crisis. El contacto con las poblaciones indígenas de las Molucas añadió una capa más de complejidad idiomática, requiriendo el uso de intérpretes y el desarrollo de lenguas francas.
* Visión Tecnológica: La expedición representó el estado del arte de la tecnología naval del siglo XVI. Las naves, aunque robustas, eran vulnerables a las tormentas y al deterioro. Los instrumentos de navegación (astrolabios, cuadrantes, brújulas) eran rudimentarios en comparación con los actuales, lo que hacía que la navegación fuera una mezcla de ciencia y arte. La falta de cronómetros precisos para determinar la longitud hizo que la navegación fuera extremadamente incierta y que la tripulación dependiera en gran medida de la estima y la experiencia. La capacidad de construir y reparar barcos en alta mar era limitada, lo que contribuía a las pérdidas.
* Visión sobre la Navegación: La navegación en la expedición de Loaysa fue un testimonio de la valentía y habilidad de los marinos. La travesía del Estrecho de Magallanes era, en sí misma, una hazaña formidable. La inmensidad del Pacífico y la dificultad de mantener el rumbo sin referencias terrestres ponían a prueba cada día la pericia de los pilotos. La expedición consolidó el conocimiento de la ruta del Pacífico y destacó la necesidad de una ruta de vuelta, el famoso "tornaviaje", que sería resuelta por la expedición de Legazpi y Urdaneta décadas después.
* Visión sobre España y La Coruña: La expedición de Loaysa es un capítulo fundamental en la historia de España como potencia marítima y exploradora. Refleja la ambición imperial de los Reyes Católicos y Carlos V, la capacidad logística para armar una flota de tal magnitud y el espíritu de aventura que impulsó a miles de hombres a cruzar océanos desconocidos. Para La Coruña, fue un momento de gloria efímera como puerto de partida de una empresa de tal envergadura, consolidando su estatus como un puerto Atlántico de importancia. Aunque la expedición no logró todos sus objetivos, su legado como parte de la expansión global española es innegable.
Legado y Conclusión
La expedición de Loaysa, a pesar de su trágico desarrollo y el elevado costo humano, no fue un fracaso absoluto. Sus supervivientes, como Andrés de Urdaneta, aportaron un conocimiento invaluable que sería fundamental para futuras expediciones y para el establecimiento de la ruta comercial transpacífica entre Filipinas y México (el Galeón de Manila). Demostró la dificultad de la ruta occidental a Asia y la necesidad de una base sólida en el Pacífico para sostener cualquier reclamación territorial.
Hoy, al cumplirse 500 años de su zarpe, recordamos la expedición de Loaysa no solo como un episodio de sufrimiento y muerte, sino como un testimonio de la audacia humana, la búsqueda incesante de conocimiento y la resiliencia ante lo desconocido. Es un recordatorio de que la historia de la exploración está tejida con hilos de coraje, sacrificio y una visión que, a pesar de las adversidades, empujó los límites del mundo conocido y forjó el camino para la globalización que hoy conocemos. La Coruña, España y el mundo entero conmemoran esta odisea, honrando la memoria de aquellos que se atrevieron a navegar hacia el horizonte, desafiando los límites de su tiempo.